...y yo aquí con todo este zoo montado". Esto es lo que debía pensar el 'bueno' de Noé cuando construyó su arca y metió en ella a todas las parejas de animales del mundo, junto a su familia, mientras caía la de Cristo. Y esto es lo que deben estar pensando nuestros 'queridos' gobernantes cada vez que abren la boca para hacer alguna declaración sobre el 'Estado de la Nación' y les llueven varapalos de todas partes.
La última película de Darren Aronofsky, 'Noé', artífice de la aclamada 'El Cisne Negro', no podía llegar en mejor momento a nuestras pantallas, ya que estamos viviendo unos tiempos realmente convulsos en los que no nos vendría mal un buen diluvio para limpiar de mal y corrupción el planeta donde vivimos.
Los políticos actuales, que se asemejan a los líderes espirituales de antaño, han provocado con su mala gestión que llevemos años sufriendo una plaga económica de bíblicas proporciones, abocando a la sociedad a un caos permanente de difícil solución.
Aronofsky con su particular versión de la historia de Noé y los suyos no hace más que transmitir el mensaje metafórico de que la humanidad ha llegado a su fin y que necesita ser exterminada para empezar desde cero.
Y es que el hombre del siglo XXI no se aleja tanto del hombre de 'Antes de Cristo', sus instintos depredadores para con los demás sigue estando ahí, y su espíritu autodestructivo no ha perdido un ápice de intensidad.
Por eso, tal vez, ha llegado la hora de hacer un 'reset' existencial y volver a nuestros orígenes en el paraíso terrenal para recuperar nuestra inocencia y bondad. Aunque, sin duda alguna, el demonio volverá a estar ahí para tentarnos y caer irremediablemente en el pecado original que no es otro que nuestra propia existencia.
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